domingo, 16 de mayo de 2010

Justicia

“Hacer justicia no es solamente dar a cada uno lo suyo, sino crear desde la incertidumbre la realidad de lo equitativo. Esto asimila al juez al artista; porque la intuición de lo bello puede llegar a identificarse con la intuición de lo justo” (Juan Filloy, -¡Estafen!).



A propósito:

I.- “Iustitia est constans et perpetua voluntas ius suum cuique tribuendi” (La Justicia es la voluntad perpetua y constante de dar a cada uno lo que es su derecho) Ulpiano (170-228).


II.- “CREONTE: (…) ¿Conocías el decreto que prohibía eso?
“ANTÍGONA: Lo conocía. ¿Cómo no saberlo? Era bien claro.
“CREONTE: Y a pesar de ello, ¿te atreviste a desobedecer la ley?
“ANTÍGONA: Como que no era Zeus quien la había promulgado, ni tampoco Diké, la compañera de los dioses infernales, la que impuso a los hombres leyes semejantes, no creí que tus decretos tuvieran fuerza para borrar e invalidar las leyes divinas, de manera que un mortal pudiese quebrantarlas. Pues no son de hoy ni de ayer, sino que siempre han estado en vigor y nadie sabe desde cuándo. No iba yo a enfrentar la justicia de los dioses por temor al castigo de ningún hombre” (Sófocles, Antígona).


III.- ¿Qué hombres eran ésos? ¿De qué hablaban? ¿A qué organismo pertenecían? K vivía en un Estado de Derecho, en todas partes reinaba la paz, todas las leyes permanecían en vigor, ¿quién osaba entonces atropellarle en su habitación? Siempre intentaba tomarlo todo a la ligera, creer en lo peor sólo cuando lo peor ya había sucedido, no tomar ninguna previsión para el futuro, ni siquiera ante una amenaza semejante. Aquí, sin embargo, no le parecía lo correcto” (Franz Kafka, El proceso).


IV.- “No se renuncia porque en un pueblo haya millares de hombres candorosos que toman el bien por el mal, egoístas que sacan de él su provecho, indiferentes que lo ven sin interesarse, tímidos que no se atreven a combatirlo, corrompidos, en fin, que no conociéndolo se entregan a él por inclinación al mal, por depravación: siempre ha habido en los pueblos todo esto, y nunca el mal ha triunfado definitivamente” (Domingo Faustino Sarmiento, Facundo).


V.- “And now was acknowledged the presence of the Red Death. He had come like a thief in the night. And one by one dropped the revellers in the blood-bedewed halls of their revel, and died each in the despairing posture of his fall. And the life of the ebony clock went out with that of the last of the gay. And the flames of the tripods expired. And Darkness and Decay and the Red Death held illimitable dominion over all” (Edgar Allan Poe, The masque of the Red Death).


VI.- “His thoughts were red thoughts and his teeth were white.
His enemies called for peace, but he brought them death.
Sredni Vashtar, the Beautiful”
(Hector Hugh Munro –“Saki”-, Sredni Vashtar).

lunes, 10 de mayo de 2010

La muerte de Lon Chaney

“Yo conocí un ciego que todas las mañanas se enfrentaba al sol carajeándolo. Tanto lo irritó, que un día un rayo de luz penetró por sus retinas. Pero, en en vez de iluminarle el mundo, únicamente le alumbró el sótano de miserias en que vivía. Ciego como antes, empezó a decir cosas trascendentales de tal categoría, que todo el pueblo lo tomó por brujo. ¡Cómo podía conocer tan bien la psiquis humana si sus ojos seguían tan blancos como los de las estatuas! Maldito, zurriado, escarnecido, fue proscripto al fondo de la noche. Yo lo vi a menudo, rodando solitario. Daba lástima. Vociferaba ahora contra la clarividencia de la introspección. ¡Alerta, ‘Lon Chaney’! ¡No te pavonees! ¡No hay peor ceguera que la de no saber mirarse!” (Juan Filloy, Caterva).


A propósito:

I.- “¿Qué es un fantasma?… Un hombre que se ha desvanecido hasta ser impalpable, por muerte, por ausencia, por cambio de costumbres” (James Joyce, Ulysses).

II.- “…permanecieron en los puestos de mando hasta la hora del almuerzo, poco después de que pasaron frente a la población de Calamar, que apenas unos años antes tenía una fiesta perpetua, y ahora era un puerto en ruinas de calles desoladas. El único ser que se vio desde el buque, fue una mujer vestida de blanco que hacía señas con un pañuelo. Fermina Daza no entendió por qué no la recogían, si parecía tan afligida, pero el capitán le explicó que era la aparición de una ahogada que hacía señas de engaño para desviar los buques hacia los peligrosos remolinos de la otra orilla. Pasaron tan cerca de ella que Fermina Daza la vio con todos sus detalles, nítida bajo el sol, y no dudó de que en realidad no existiera, pero su cara le pareció conocida” (Gabriel García Márquez, El amor en los tiempos del cólera).

III.- "El Maestro Almendro tiene la barba rosada, fue uno de los sacerdotes que los hombres blancos tocaron creyéndoles de oro, tanta riqueza vestían. Al llegar la luna del Búho Pescador (nombre de uno de los veinte meses del año de cuatrocientos días), el Maestro Almendro repartió el alma entre los caminos. El más veloz, el Camino Negro, el camino al que ninguno habló en el camino, se detuvo en la ciudad, atravesó la plaza y en el barrio de los mercaderes, por un ratito de descanso, dio el alma del Maestro al Mercader de Joyas Sin Precio.
Al saber el Maestro lo que el Camino Negro había hecho, tomó naturaleza humana nuevamente. Y guiado por las sombras, en el barrio de los mercaderes encontró la parte de su alma vendida por el Camino Negro al Mercader de Joyas Sin Precio. La guardaba en el fondo de una caja de cristal con cerradores de oro. Sin perder tiempo se acercó al Mercader, que en un rincón fumaba, a ofrecerle por ella cien arrobas de perlas.
El Mercader sonrió de la locura del Maestro. ¿Cien arrobas de perlas? ¡No, sus joyas no tenían precio!
El Maestro aumentó la oferta. Los mercaderes se niegan hasta llenar su tanto. Le daría esmeraldas, grandes como maíces, de cien en cien almudes, hasta formar un lago de esmeraldas.
El Mercader sonrió de la locura del Maestro. ¿Un lago de esmeraldas? ¡No, sus joyas no tenían precio!
El Mercader se negó. Sus joyas no tenían precio, y, además ¿a qué seguir hablando?, ese pedacito de alma lo quería para cambiarlo, en un mercado de esclavas, por la esclava más bella".

(Miguel Angel Asturias, Leyendas de Guatemala).

sábado, 1 de mayo de 2010

goce

Hoy comenzó mayo, ¡tal vez mañana sea el último domingo del año para caminar en Buenos Aires bajo el amarillo vehemente de los fresnos!




“Yo he andado mucho y he sufrido mucho. Doquiera vi el mundo dispuesto para el goce… y el goce mismo acaparado por una minoría” (Juan Filloy, Op Oloop).


A propósito:

I.- “Y algún día habrá un aparato más completo. Lo pensado y lo sentido en la vida –o en los ratos de exposición- será como un alfabeto, con el cual la imagen seguirá comprendiendo todo (como nosotros, con las letras de un alfabeto podemos entender y componer todas las palabras). La vida será, pues, un depósito de la muerte. Pero aún entonces la imagen no estará viva; objetos esencialmente nuevos no existirán para ella. Conocerá todo lo que ha sentido o pensado, o las combinaciones ulteriores de lo que ha sentido o pensado. El hecho de que no podamos comprender nada fuera del tiempo y del espacio tal vez esté sugiriendo que nuestra vida no sea apreciablemente distinta de la sobrevivencia a obtenerse con este aparato” (Adolfo Bioy Casares, La invención de Morel).

II.- “El muchacho miró una vez más el río. El silencio se asentaba sobre la líquida piel de aquel interminable cuerpo. Círculos que se alargaban y perdían en la superficie tranquila, mostraban el lugar donde por fin la rana se había sumergido. Entonces el muchacho se metió en el agua y nadó hacia la otra orilla, mientras el bulto blanco y desnudo de la muchacha se recogía hacia la penumbra de las ramas” (José Saramago, Desquite).

III.- “La heladería estaba vacía. Rímini quiso invitar. Sofía vaciló entre formatos y precios mientras el cajero, un hombre comprensivo, con un moderado instinto musical, tamborileaba sobre las teclas de la registradora. Se decidió por un vasito intermedio, pero unos segundos después, enfrentada con el tablero de sabores, la variedad, aunque reavivó el fantasma de la indecisión, pareció infundirle cierta lucidez retrospectiva y se arrepintió, y Rímini terminó cediéndole el cucurucho” (Alan Pauls, El pasado).


IV.-

fresno.
(Del lat. fraxĭnus).
1. m. Árbol de la familia de las Oleáceas, con tronco grueso, de 25 a 30 m de altura, corteza cenicienta y muy ramoso; hojas compuestas de hojuelas sentadas, elípticas, agudas en el ápice y con dientes marginales; flores pequeñas, blanquecinas, en panojas cortas, primero erguidas y al final colgantes, y fruto seco con ala membranosa y semilla elipsoidal.
2. m. Madera de este árbol.

(Diccionario de la Real Academia Española)

V.- De nuevo Filloy:

“Usted sabe, Robín, que soy epicúreo. El trajín, el ajetreo diurno de la ciudad, me trastorna. Plétora de máquinas, de ambiciones, de miserias. La noche es siempre balsámica y opulenta. La ciudad se retrae, se ensimisma, descansa. Y goza. Yo prefiero a los placeres en movimiento, los placeres en reposo. Stasis no kinesis. Ya lo dijo el maestro: es mejor extender las piernas a la sombra de un olivo que fatigarlas en el estadium” (Juan Filloy, Op Oloop).