sábado, 25 de setiembre de 2010

miedos

"Mezclado entre la multitud, en un hiato de calma tensa viendo desfilar los destroyers, una respiración fatigosa rozaba su nuca. Fue un presentimiento horrible. ¡Respiración asmática! -pensó- y no quiso girar la cabeza para comprobarlo. Era todavía un presentimiento y, cuando instado por una curiosidad maligna se dio vuelta, vio al pesquisante lampiño cara de hacha que pretendía, so pretexto de ver el espectáculo, abrirle camino a un compañero de rostro infantil. La violenta, intempestiva irrupción de Esteban, empujando, gritando, franqueándose una salida del apretado grupo en que estaba, fue una escena desaforada como de alguien que se hubiese vuelto loco de improviso.
...
Ya cubierto de peligros se escabulló por las callejas adyacentes del puerto. Y entró en el casco céntrico de la ciudad con paso vacilante, recobrado del susto pero con el julepe encima. Anduvo así sin medular por dónde andaba, como un delirante que padeciera dromomanía" (Juan Filloy, Mujeres).



A propósito:

"Hay miedos y miedos. Una cosa es el miedo a algo -a una patrulla que te puede cruzar, a una bala perdida-, y otra distinta es el miedo de siempre, que está ahí, atrás de todo. Vas con ese miedo, natural, constante, repechando la cuesta, medio ahogado, sin aire, cargado de bidones y de bolsas y se aparece una patrulla, y encima del miedo que traés aparece otro miedo, un miedo fuerte pero chico, como un clavito que te entró en el medio de la lastimadura. Hay dos miedos: el miedo a algo, y el miedo al miedo, ese que siempre llevás y que nunca vas a poder sacarte desde el momento en que empezó.
Despertarse con miedo y pensar que después vas a tener más miedo, es miedo doble. Uno carga su miedo y espera que venga el otro, el del momento, para darse el gusto de sentir un alivio cuando ese miedo chico -a un bombardeo, a una patrulla- pase, porque esos siempre pasan, y el otro miedo no, nunca pasa, se queda.
-¿Y ahora? -guié,
-Tampoco, ya no, tampoco -dijo y me miró-. ¿Entendés?.
Sí -respondí convencido.
-No. ¡No me entendés! Seguro a vos alguna vez habrán estado a punto de boletearte, fuiste preso, tuviste dolores en una muela, o se te murió tu viejo. Entonces, vos, por eso, te pensás que sabés. Pero vos no sabés. Vos no sabés" (Fogwill, Los pichiciegos).



"Son cosas que no se saben explicar, como, siendo las personas hechas de los mismos humanísimos materiales, esta carne, estos huesos, esta sangre, esta piel y esta risa, este sudor y esta lágrima, vemos que salen cobardes unos y otros sin miedo, unos de guerra y otros de paz, por ejemplo, lo mismo que sirvió para hacer un José sirvió para hacer un Judas, y mientras que éste, hijo de su padre y padre de sus hijos, siguiendo el ejemplo de uno y dando ejemplo a otros, salió de su tranquilidad para ir a defender en batalla los derechos de Dios, el carpintero José se quedó en casa, con sus nueve hijos pequeños y la madre de todos ellos, agarrado a su banco y a la necesidad de ganar el pan para hoy, que el día de mañana no se sabe a quién pertenece, hay quien dice que a Dios, es una hipótesis tan buena como la otra, la de que no pertenece a nadie, y todo esto, ayer, hoy y mañana, no son más que nombres diferentes de la ilusión" (José Saramago, El evangelio según Jesucristo).



"Ay, corazón, no pierdas tu naturaleza. Nunca permitas que el alma del malvado Nerón entre en este firme pecho. Déjame ser cruel, no inhumano. Mis palabras serán como dagas, pero no usaré ninguna contra ella. Mi lengua y mi alma serán hipócritas en ello. Por más condenas que le impongan mis palabras, ¡nunca te atrevas, alma, a rubricarla con hechos!" (William Shakespeare, Hamlet).

viernes, 9 de julio de 2010

La muerte, la soledad y el andar sin rumbo

“Después, sin saber por qué, la puerta abierta le invitó a asomarse al balcón. ¡Fue un vértigo espantoso! Una tromba absorbente de pensamientos macabros le encalabrinó. Elevándose desde la calzada, otra tromba hacía girar las casas, los árboles, los automóviles, en una zarabanda demoníaca. En medio de esos dos caos, frenéticamente, remolineó en sí y fuera de sí. Como un náufrago se crispó sobre los barrotes. El estrago abatía todo en feroces rolidos. Al entreabrir los ojos, la calle se verticalizó. Entonces, el asfalto hecho goma se adhirió a sus párpados. Y le tiraba, le tiraba con tanta fuerza, que bamboleó ya en trance de ceder. Cuando el vértigo iba a arrancarlo, Op Oloop cerró los ojos guillotinando la atracción.
Sudoroso, trepidante, reculó hasta el escritorio. Se sentó. En medio del desorden mental se abría una enorme franja de luz:
-¡Los prados azules de la muerte!”.
(Juan Filloy, Op Oloop).


A propósito:

“La triste verdad de que todos los hombres deben morir solos se impuso violentamente en mi imaginación debido a los frecuentes y virulentos embates de mi enfermedad, que, en cada ocasión, amenazaban con ser el último. La aprensión que me inspiraba la soledad de ese momento de disolución de los lazos terrenales y de despedida de la luz y la vida tal vez tuviera origen en la idea que siempre me rondó de que, en lo que se refiere a nuestros pensamientos y reflexiones más íntimos sobre el destino y a nuestras emociones más profundas, estamos necesariamente solos” (William H. Hudson, Allá lejos y hace tiempo).

"¿Lo ven? ¿Ven la historia? ¿Ven algo? Me parece que estoy tratando de contar un sueño... que estoy haciendo un vano esfuerzo, porque el relato de un sueño no puede transmitir la sensación que produce esa mezcla de absurdo, de sorpresa y aturdimiento en el rumor de revuelta y rechazo, esa noción de ser capturados por lo increíble que es la misma esencia de los sueños. [...] No, es imposible; es imposible comunicar la sensación de vida de una época determinada de la propia existencia, lo que constituye su verdad, su sentido, su sutil y penetrante esencia. Es imposible. Vivimos como soñamos..., solos" (Joseph Conrad, Corazón de las tinieblas).

“…oír la palabra brújula y empezar todos a putear contra todos por no habérsele ocurrido a nadie traer una brújula fue casi lo mismo.
El marino apaciguó a los recriminadores cuando dijo que nunca a nadie de la flota se le ocurrió llevar bolas –las boleadoras– ni rebenque a los barcos, y por eso a ellos le sucedió lo mismo.
Eso sí se entendió pero por el calor de la siesta o por la rabia de no tener brújula y llevar en cambio tanto rebenque al pedo, ninguno lo festejó como un chiste, y si pudo haber habido uno que lo escuchó como chiste supo aguantarse las ganas de reír.
Ni hablar de las estrellas. Todos sabían reconocer las Tres Marías, el Lucero y la Cruz del Sur. Pero ahí caía la noche y al mismo tiempo que el Lucero tan verde, aparecía blanquísima y bien alta la Cruz del Sur con los brazos apuntando a los lados, el pie hacia abajo, hacia la propia pampa, y la cabecera apuntando hacia la parte del cielo donde no había ni una estrella y debía ser sur del firmamento.
¿Pero de que iría a servirles conocer ese sur, que aunque de día se lo pudiera ver y se mantuviera todo el tiempo a la izquierda de la formación, si giraba, y tal como parecía girar, los haría hacer girar también a la par a ellos?
Y si como la cordura invitaba a pensar se quedaba quieto allí en su lugar: ¿No iba a tenerlos para siempre, igual que ahora, girando alrededor de algo que, por mas alto o lejano que fuera no podía impedir que giraran y no parasen de girar y girar?
No pensar, mejor” (Fogwill, Cantos de marineros en las pampas).


Poesía:

No me atrae demasiado la obra poética de Filloy, pero aquí van un par de sonetos.


No diré que tu frente es de diamante
ni tus labios dos límpidos rubíes
ni los dientes que muestras cuando ríes
dos hileras de perlas de Levante...

No diré que fulgura rutilante
el zafir de tus ojos si sonríes
ni que es oro el cabello conque engríes
el alabastro de tu tez fragante...

No lo diré jamás; porque yo quiero
que sepas que soy bardo y no joyero;
y que sepas también para tu gloria

que pesado tu ser en santa calma
prefiero a tu belleza transitoria
la suprema belleza de tu alma.

(Juan Filloy, Sonetos).

Para no discrepar conmigo mismo,
congenio lo concreto y la ilusión
logrando de esta guisa el espejismo
de poetizar ética y razón.

Tuve siempre por meta mi lirismo
helenizar mi ciencia y mi pasión
floreciendo de luz en negro abismo
que separa cerebro y corazón.

Quiero ser un Filloy de recio temple
que ilumine y que seduzca al que contemple
la noble empresa de mi exaltación,

y sea plinto y serena gloria
cuando yerta mi vida transitoria
esté junto con Dios mi perfección.

(Juan Filloy, Sonetos).

domingo, 16 de mayo de 2010

Justicia

“Hacer justicia no es solamente dar a cada uno lo suyo, sino crear desde la incertidumbre la realidad de lo equitativo. Esto asimila al juez al artista; porque la intuición de lo bello puede llegar a identificarse con la intuición de lo justo” (Juan Filloy, -¡Estafen!).



A propósito:

I.- “Iustitia est constans et perpetua voluntas ius suum cuique tribuendi” (La Justicia es la voluntad perpetua y constante de dar a cada uno lo que es su derecho) Ulpiano (170-228).


II.- “CREONTE: (…) ¿Conocías el decreto que prohibía eso?
“ANTÍGONA: Lo conocía. ¿Cómo no saberlo? Era bien claro.
“CREONTE: Y a pesar de ello, ¿te atreviste a desobedecer la ley?
“ANTÍGONA: Como que no era Zeus quien la había promulgado, ni tampoco Diké, la compañera de los dioses infernales, la que impuso a los hombres leyes semejantes, no creí que tus decretos tuvieran fuerza para borrar e invalidar las leyes divinas, de manera que un mortal pudiese quebrantarlas. Pues no son de hoy ni de ayer, sino que siempre han estado en vigor y nadie sabe desde cuándo. No iba yo a enfrentar la justicia de los dioses por temor al castigo de ningún hombre” (Sófocles, Antígona).


III.- ¿Qué hombres eran ésos? ¿De qué hablaban? ¿A qué organismo pertenecían? K vivía en un Estado de Derecho, en todas partes reinaba la paz, todas las leyes permanecían en vigor, ¿quién osaba entonces atropellarle en su habitación? Siempre intentaba tomarlo todo a la ligera, creer en lo peor sólo cuando lo peor ya había sucedido, no tomar ninguna previsión para el futuro, ni siquiera ante una amenaza semejante. Aquí, sin embargo, no le parecía lo correcto” (Franz Kafka, El proceso).


IV.- “No se renuncia porque en un pueblo haya millares de hombres candorosos que toman el bien por el mal, egoístas que sacan de él su provecho, indiferentes que lo ven sin interesarse, tímidos que no se atreven a combatirlo, corrompidos, en fin, que no conociéndolo se entregan a él por inclinación al mal, por depravación: siempre ha habido en los pueblos todo esto, y nunca el mal ha triunfado definitivamente” (Domingo Faustino Sarmiento, Facundo).


V.- “And now was acknowledged the presence of the Red Death. He had come like a thief in the night. And one by one dropped the revellers in the blood-bedewed halls of their revel, and died each in the despairing posture of his fall. And the life of the ebony clock went out with that of the last of the gay. And the flames of the tripods expired. And Darkness and Decay and the Red Death held illimitable dominion over all” (Edgar Allan Poe, The masque of the Red Death).


VI.- “His thoughts were red thoughts and his teeth were white.
His enemies called for peace, but he brought them death.
Sredni Vashtar, the Beautiful”
(Hector Hugh Munro –“Saki”-, Sredni Vashtar).

lunes, 10 de mayo de 2010

La muerte de Lon Chaney

“Yo conocí un ciego que todas las mañanas se enfrentaba al sol carajeándolo. Tanto lo irritó, que un día un rayo de luz penetró por sus retinas. Pero, en en vez de iluminarle el mundo, únicamente le alumbró el sótano de miserias en que vivía. Ciego como antes, empezó a decir cosas trascendentales de tal categoría, que todo el pueblo lo tomó por brujo. ¡Cómo podía conocer tan bien la psiquis humana si sus ojos seguían tan blancos como los de las estatuas! Maldito, zurriado, escarnecido, fue proscripto al fondo de la noche. Yo lo vi a menudo, rodando solitario. Daba lástima. Vociferaba ahora contra la clarividencia de la introspección. ¡Alerta, ‘Lon Chaney’! ¡No te pavonees! ¡No hay peor ceguera que la de no saber mirarse!” (Juan Filloy, Caterva).


A propósito:

I.- “¿Qué es un fantasma?… Un hombre que se ha desvanecido hasta ser impalpable, por muerte, por ausencia, por cambio de costumbres” (James Joyce, Ulysses).

II.- “…permanecieron en los puestos de mando hasta la hora del almuerzo, poco después de que pasaron frente a la población de Calamar, que apenas unos años antes tenía una fiesta perpetua, y ahora era un puerto en ruinas de calles desoladas. El único ser que se vio desde el buque, fue una mujer vestida de blanco que hacía señas con un pañuelo. Fermina Daza no entendió por qué no la recogían, si parecía tan afligida, pero el capitán le explicó que era la aparición de una ahogada que hacía señas de engaño para desviar los buques hacia los peligrosos remolinos de la otra orilla. Pasaron tan cerca de ella que Fermina Daza la vio con todos sus detalles, nítida bajo el sol, y no dudó de que en realidad no existiera, pero su cara le pareció conocida” (Gabriel García Márquez, El amor en los tiempos del cólera).

III.- "El Maestro Almendro tiene la barba rosada, fue uno de los sacerdotes que los hombres blancos tocaron creyéndoles de oro, tanta riqueza vestían. Al llegar la luna del Búho Pescador (nombre de uno de los veinte meses del año de cuatrocientos días), el Maestro Almendro repartió el alma entre los caminos. El más veloz, el Camino Negro, el camino al que ninguno habló en el camino, se detuvo en la ciudad, atravesó la plaza y en el barrio de los mercaderes, por un ratito de descanso, dio el alma del Maestro al Mercader de Joyas Sin Precio.
Al saber el Maestro lo que el Camino Negro había hecho, tomó naturaleza humana nuevamente. Y guiado por las sombras, en el barrio de los mercaderes encontró la parte de su alma vendida por el Camino Negro al Mercader de Joyas Sin Precio. La guardaba en el fondo de una caja de cristal con cerradores de oro. Sin perder tiempo se acercó al Mercader, que en un rincón fumaba, a ofrecerle por ella cien arrobas de perlas.
El Mercader sonrió de la locura del Maestro. ¿Cien arrobas de perlas? ¡No, sus joyas no tenían precio!
El Maestro aumentó la oferta. Los mercaderes se niegan hasta llenar su tanto. Le daría esmeraldas, grandes como maíces, de cien en cien almudes, hasta formar un lago de esmeraldas.
El Mercader sonrió de la locura del Maestro. ¿Un lago de esmeraldas? ¡No, sus joyas no tenían precio!
El Mercader se negó. Sus joyas no tenían precio, y, además ¿a qué seguir hablando?, ese pedacito de alma lo quería para cambiarlo, en un mercado de esclavas, por la esclava más bella".

(Miguel Angel Asturias, Leyendas de Guatemala).

sábado, 1 de mayo de 2010

goce

Hoy comenzó mayo, ¡tal vez mañana sea el último domingo del año para caminar en Buenos Aires bajo el amarillo vehemente de los fresnos!




“Yo he andado mucho y he sufrido mucho. Doquiera vi el mundo dispuesto para el goce… y el goce mismo acaparado por una minoría” (Juan Filloy, Op Oloop).


A propósito:

I.- “Y algún día habrá un aparato más completo. Lo pensado y lo sentido en la vida –o en los ratos de exposición- será como un alfabeto, con el cual la imagen seguirá comprendiendo todo (como nosotros, con las letras de un alfabeto podemos entender y componer todas las palabras). La vida será, pues, un depósito de la muerte. Pero aún entonces la imagen no estará viva; objetos esencialmente nuevos no existirán para ella. Conocerá todo lo que ha sentido o pensado, o las combinaciones ulteriores de lo que ha sentido o pensado. El hecho de que no podamos comprender nada fuera del tiempo y del espacio tal vez esté sugiriendo que nuestra vida no sea apreciablemente distinta de la sobrevivencia a obtenerse con este aparato” (Adolfo Bioy Casares, La invención de Morel).

II.- “El muchacho miró una vez más el río. El silencio se asentaba sobre la líquida piel de aquel interminable cuerpo. Círculos que se alargaban y perdían en la superficie tranquila, mostraban el lugar donde por fin la rana se había sumergido. Entonces el muchacho se metió en el agua y nadó hacia la otra orilla, mientras el bulto blanco y desnudo de la muchacha se recogía hacia la penumbra de las ramas” (José Saramago, Desquite).

III.- “La heladería estaba vacía. Rímini quiso invitar. Sofía vaciló entre formatos y precios mientras el cajero, un hombre comprensivo, con un moderado instinto musical, tamborileaba sobre las teclas de la registradora. Se decidió por un vasito intermedio, pero unos segundos después, enfrentada con el tablero de sabores, la variedad, aunque reavivó el fantasma de la indecisión, pareció infundirle cierta lucidez retrospectiva y se arrepintió, y Rímini terminó cediéndole el cucurucho” (Alan Pauls, El pasado).


IV.-

fresno.
(Del lat. fraxĭnus).
1. m. Árbol de la familia de las Oleáceas, con tronco grueso, de 25 a 30 m de altura, corteza cenicienta y muy ramoso; hojas compuestas de hojuelas sentadas, elípticas, agudas en el ápice y con dientes marginales; flores pequeñas, blanquecinas, en panojas cortas, primero erguidas y al final colgantes, y fruto seco con ala membranosa y semilla elipsoidal.
2. m. Madera de este árbol.

(Diccionario de la Real Academia Española)

V.- De nuevo Filloy:

“Usted sabe, Robín, que soy epicúreo. El trajín, el ajetreo diurno de la ciudad, me trastorna. Plétora de máquinas, de ambiciones, de miserias. La noche es siempre balsámica y opulenta. La ciudad se retrae, se ensimisma, descansa. Y goza. Yo prefiero a los placeres en movimiento, los placeres en reposo. Stasis no kinesis. Ya lo dijo el maestro: es mejor extender las piernas a la sombra de un olivo que fatigarlas en el estadium” (Juan Filloy, Op Oloop).

sábado, 24 de abril de 2010

blasones

"Si hubiera una heráldica autóctona, ¡cuántos apellidos veríamos con los timbres de esa gloria ancestral! ¡Y qué bellos escudos! ‘Sobre pampas sinoples una hacienda orejana y un toro rampante. En la cimera, entre picanas y boleadoras, una vincha y su lema: ¡Ay juna!’ … ‘Encerrado en una orla de alambres de púa un campo de sable. Arriba, las cuatro estrellas argénteas de la Cruz del Sur. Abajo, la cruz de plata de un facón cuereador’…” (Juan Filloy, Aquende).


A propósito:

I.- “‘These vaults’, he said, ‘are extensive’.
‘The Montresors’, I replied, ‘were a great and numerous family’.
‘I forget your arms’.
‘A huge human foot d’or, in a field azure; the foot crushes a serpent rampant whose fangs are embedded in the heel’.
‘And the motto?’
Nemo me impune lacessit’”.
(Edgar Allan Poe, The cask of Amontillado).


II.- Vendedores de datos heráldicos en internet:

García: los de Galicia, Asturias y Burgos traen: en campo de plata, una garza de sable con el pecho rajado. Bordura de gules con el lema en letras de oro: De García arriba nadie diga”.

Pérez: los de Asturias y Galicia traen escudo partido: 1º, en campo de plata…”, etcétera.

III.- “‘Hay ciertas familias preponderantes’, le había dicho el Sr. de Charlus, ‘sobre todo los Guermantes, que cuentan con catorce afinidades con la Casa de Francia, lo que resulta, por lo demás, halagador sobre todo para ésta, ya que a Aldonce de Guermantes y no a Luis el Gordo, su hermano consanguíneo, pero segundón, es a quien debería haber correspondido el trono de Francia’” (Marcel Proust, En busca del tiempo perdido IV).

IV.- “Ya os he dicho que los colores de Gargantúa fueron blanco y azul. Con ellos su padre quiso presentarlo como una joya celestial, porque lo blanco significaba para él alegría, placeres, delicias y regocijos, y lo azul, cosas celestiales. Sé que al leer estas palabras os burlaréis del viejo bebedor, y diréis acaso que esta interpretación de los colores es impropia y antipática, puesto que lo blanco significa fe y lo azul firmeza; pero sin inquietaros, sin alteraros, sin enfadaros ni acaloraros, porque los tiempos son peligrosos, haced el favor de contestarme… ¿Quién os amedrenta? ¿Quién os lastima? ¿Quién os dice que blanco significa fe y azul firmeza?” (Rabelais, Gargantúa y Pantagruel).

aclaraciones

I.- “Sólo di sol a los ídolos” (Juan Filloy, Karcino).

II.- Aclaro algunas frases del post anterior, propias del lenguaje de Argentina.

“Engrupir” es engañar, aunque también envanecerse (“engrupirse”), lo que en cierta forma es engañarse a sí mismo. “Otario” es tonto, especialmente cuando se habla de víctima fácil de engañar o estafar. No son palabras de uso tan corriente en la actualidad. Hoy cualquiera las entiende, pero son propias de generaciones que se criaron bailando tangos.

“A los pedos” es muy rápidamente. Es vulgar pero no llega a ser tan grosero, es de uso corriente actual.

domingo, 18 de abril de 2010

Actitud, aptitud

"Tanto en el oficial que ordena como en el recluta que obedece, la actitud militar significa la regresión de todo principio de humanidad hacia los instintos bravíos que impone la ley de la selva. La renuncia total a la propia vida y el desprecio absoluto a la ajena promueven en ella implacables sistemas de masacre y destrucción. Ellos inspiran y consolidan esa deidad satánica que es LA VICTORIA".

(...)

"Y eso es, precisamente, la aptitud militar: oligofrenia, testarudez..." (Juan Filloy, Vil & Vil).



A propósito:

I.- "¿Qué sintieron los protagonistas de esa batalla? Primero (creo) la brutal convicción de que el estrépito insensato de cien revólveres los iba a aniquilar enseguida; segundo (creo) la no menos errónea seguridad de que si la descarga inicial no los derribó, eran invulnerables" (Jorge Luis Borges, Historia Universal de la Infamia).

II.- "Todo soldado está convencido de que tiene por delante un espacio de tiempo prorrogable infinitamente antes de que lo maten; el ladrón, antes de que lo atrapen; el hombre, en general, antes de que lo arrebate la muerte. Ese es el amuleto que preserva a los individuos -y a veces a los pueblos- no del peligro, sino del miedo al peligro; en realidad de la creencia en el peligro, por lo que lo desafían en ocasiones sin necesidad de ser valientes. Confianza de este linaje y tan mal fundada como ella es la que sostiene al enamorado que cuenta con una reconciliación, con una carta" (Marcel Proust, En busca del tiempo perdido II).

III.- "Tengo que elegir entre lo que desprecio - o el sueño, que mi inteligencia odia, o la acción, que a mi sensibilidad repugna: o la acción para la que no nací o el sueño para el que no nació nadie. Resulta que, como desprecio uno y otro, no elijo ninguno; pero como, llegado el momento, he de soñar o de obrar, mezclo una cosa con la otra" (Fernando Pessoa -como Bernardo Soares-, Libro del desasosiego).

sábado, 10 de abril de 2010

Puro nombre, puro título

“Son puro nombre, puro título. No han hecho un carajo en la vida. Nada substantivo. Nada humano. Van al campo a pasear, confortables, mimados, entre cortejos de lacayos. Van a engrupir otarios con la apostura llena de galones y brandeburgos. Con la ilusión barata de cazar venados ya cazados. O con la estupidez presunta de ganar matches de polo a perdedores complacientes… Ayudante de campo… Entelequias. Títulos. Farsas. Frente a la desolada inquietud de los colonos, frente al sudor útil del labriego, ellos ensillan el ocio. Relinchan sus ínfulas. Y salen a los pedos entre el aplauso de los cretinos. ¡Son puro nombre, puro título! (…) Jovencitos que no tienen otro mérito que ser hijos de sus papás, nietos de borrachos, choznos de degenerados, refriegan en la jeta de la humanidad todo el sarcasmo del privilegio con la retahíla de sus nombres y sus títulos” (Juan Filloy, Caterva).



A propósito:

"Por la noche no solían cenar en el hotel, cuyo comedor, inundado por la luz eléctrica que brotaba a chorros de los focos, se convertía en inmenso y maravilloso acuario; y los obreros, los pescadores y las familias de clase media de Balbec se pegaban a las vidrieras, invisibles en la oscuridad de afuera, para contemplar cómo se mecía en oleadas de oro la vida lujosa de una gente tan extraordinaria para los pobres como la de los peces y moluscos extraños (buen problema social, a saber: si la pared de cristal protegerá por siempre el festín de esos animales maravillosos y si la pobre gente que mira con avidez desde la oscuridad no entrará al acuario a atraparlos para comérselos)" (Marcel Proust, En busca del tiempo perdido II).

Como una bombilla en el mate

"...Seis leguas separaban al invasor de Patagones. Seis leguas de sed en un páramo de fuego. Los infantes brasileños lo ignoraban. Conducidos sin cautela, se filtraron de cansancio en el camino. Mi padre, entonces, abrió lucha de emboscada. Los sedientos bebieron sangre en sus heridas. Los demás, la lengua seca, se desbandaron como loros ante el huracán de los centauros. En medio de una escaramuza, el brillante uniforme del general atraía la mirada. Mi padre lo volteó de un balazo mientras sus huestes sucumbían por las cargas y la sed. Y deseando con locura su uniforme, se precipitó sobre el general, a despojárselo. Su cuerpo inmóvil cedía dócilmente. Ya casi desnudo, mi padre quedó bizco de repente. ¡Un anillo magnífico destellaba en su mano! En el apuro de tenerlo, le cortó el dedo de un hachazo. Fue un ¡ay! horrible. El general, nada más que herido, simulaba la muerte por salvarse... ¡Pero la muerte vino sin piedad! Y mientras milicos y gauchos arreaban prisioneros, mi padre le hundió la daga en el corazón; la revolvió como una bombilla en el mate. Y ufano del anillo y la chaqueta, galopó sobre cadáveres a dirigir la columna derrotada". (Juan Filloy, Aquende).


A propósito:

I.- "Caín dijo después a su hermano: 'vamos al campo'. Y cuando estuvieron en el campo, Caín se lanzó contra Abel y lo mató... Entonces Yahvé le dijo: '¿Qué has hecho? Habla la sangre de tu hermano y desde la tierra grita hasta mí. Por lo tanto, maldito serás, y vivirás lejos de este suelo fértil que se ha abierto para recibir la sangre de tu hermano, que tu mano derramó'" (Ge 4,8-11).

II.- "...si no perdonan las ofensas de los hombres, tampoco el Padre los perdonará a ustedes" (Mt 6,15).

III.- "Desde que Zeus, padre de los Olímpicos, ocultando la luz del sol brillante, hizo de la noche el mediodía todo es esperable y nada hay que un conjuro aleje o pueda sorprendernos. Desde entonces, un luctuoso temor llegó a los hombres: todo es creíble y nada inesperable" (Arquíloco, s. VII AC).

IV.- "'Estoy en dificultades
porque tengo un cuerpo
y es mísero.
Cuando me falte,
¿qué dificultades podría tener?'

Pero sólo pensamientos
como tantos, un irse anticipando
al morir y la muerte,
a la sorpresa del miedo
de morir y la muerte"

(Alberto Girri, "Pero sólo son pensamientos").