sábado, 25 de setiembre de 2010

miedos

"Mezclado entre la multitud, en un hiato de calma tensa viendo desfilar los destroyers, una respiración fatigosa rozaba su nuca. Fue un presentimiento horrible. ¡Respiración asmática! -pensó- y no quiso girar la cabeza para comprobarlo. Era todavía un presentimiento y, cuando instado por una curiosidad maligna se dio vuelta, vio al pesquisante lampiño cara de hacha que pretendía, so pretexto de ver el espectáculo, abrirle camino a un compañero de rostro infantil. La violenta, intempestiva irrupción de Esteban, empujando, gritando, franqueándose una salida del apretado grupo en que estaba, fue una escena desaforada como de alguien que se hubiese vuelto loco de improviso.
...
Ya cubierto de peligros se escabulló por las callejas adyacentes del puerto. Y entró en el casco céntrico de la ciudad con paso vacilante, recobrado del susto pero con el julepe encima. Anduvo así sin medular por dónde andaba, como un delirante que padeciera dromomanía" (Juan Filloy, Mujeres).



A propósito:

"Hay miedos y miedos. Una cosa es el miedo a algo -a una patrulla que te puede cruzar, a una bala perdida-, y otra distinta es el miedo de siempre, que está ahí, atrás de todo. Vas con ese miedo, natural, constante, repechando la cuesta, medio ahogado, sin aire, cargado de bidones y de bolsas y se aparece una patrulla, y encima del miedo que traés aparece otro miedo, un miedo fuerte pero chico, como un clavito que te entró en el medio de la lastimadura. Hay dos miedos: el miedo a algo, y el miedo al miedo, ese que siempre llevás y que nunca vas a poder sacarte desde el momento en que empezó.
Despertarse con miedo y pensar que después vas a tener más miedo, es miedo doble. Uno carga su miedo y espera que venga el otro, el del momento, para darse el gusto de sentir un alivio cuando ese miedo chico -a un bombardeo, a una patrulla- pase, porque esos siempre pasan, y el otro miedo no, nunca pasa, se queda.
-¿Y ahora? -guié,
-Tampoco, ya no, tampoco -dijo y me miró-. ¿Entendés?.
Sí -respondí convencido.
-No. ¡No me entendés! Seguro a vos alguna vez habrán estado a punto de boletearte, fuiste preso, tuviste dolores en una muela, o se te murió tu viejo. Entonces, vos, por eso, te pensás que sabés. Pero vos no sabés. Vos no sabés" (Fogwill, Los pichiciegos).



"Son cosas que no se saben explicar, como, siendo las personas hechas de los mismos humanísimos materiales, esta carne, estos huesos, esta sangre, esta piel y esta risa, este sudor y esta lágrima, vemos que salen cobardes unos y otros sin miedo, unos de guerra y otros de paz, por ejemplo, lo mismo que sirvió para hacer un José sirvió para hacer un Judas, y mientras que éste, hijo de su padre y padre de sus hijos, siguiendo el ejemplo de uno y dando ejemplo a otros, salió de su tranquilidad para ir a defender en batalla los derechos de Dios, el carpintero José se quedó en casa, con sus nueve hijos pequeños y la madre de todos ellos, agarrado a su banco y a la necesidad de ganar el pan para hoy, que el día de mañana no se sabe a quién pertenece, hay quien dice que a Dios, es una hipótesis tan buena como la otra, la de que no pertenece a nadie, y todo esto, ayer, hoy y mañana, no son más que nombres diferentes de la ilusión" (José Saramago, El evangelio según Jesucristo).



"Ay, corazón, no pierdas tu naturaleza. Nunca permitas que el alma del malvado Nerón entre en este firme pecho. Déjame ser cruel, no inhumano. Mis palabras serán como dagas, pero no usaré ninguna contra ella. Mi lengua y mi alma serán hipócritas en ello. Por más condenas que le impongan mis palabras, ¡nunca te atrevas, alma, a rubricarla con hechos!" (William Shakespeare, Hamlet).

2 comentarios:

  1. La yapa: "Las damas se dedican a la beneficencia... con plata ajena, por supuesto. Es un hábito, ya a bordo como en tierra, cuando no tienen nada que hacer" (Filloy, "Periplo").

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